jueves, 5 de noviembre de 2009

Identidad

El tema de los nietos desaparecidos es la más pura realidad de que los años de dictadura no van a cicatrizar nunca. Por más que se diga “miremos para adelante”, “basta de revolver el pasado” o parecidos, la verdad es que en la Argentina hay cientos de jóvenes adultos, de unos 30 años aproximadamente que creen ser algo que no son.

Marco de situación, durante la última dictadura nacieron más de 500 bebes en centros clandestinos de detención que fueron dados en adopción de manera ilegal. Palabras más, palabras menos, los milicos los repartieron a discreción.

En diciembre se cumplen 26 años del retorno de la democracia y se estima que hay más 400 personas que creen ser otra persona.

Esta semana pasó por Diputados un proyecto de ley que permitiría extraer muestras de ADN a través del secuestro de objetos pertenecientes a la persona que pueda ser un nieto desparecido y se niegue a una extracción de sangre.

Realmente es controvertido. Hay una declarada manifestación en contra de la dedición individual. Las voces contrarias gritan que es un atentado contra las libertades personales. Ahora bien, ¿la Justicia puede ser cómplice cuando haya indicios que puedan acercar a la verdad del asunto? No. La Justicia debe buscar la verdad y si hay sospechas de que una persona puede ser hijo de un desaparecido y no lo sabe, debe ir hasta el fondo de la cuestión.

Una persona tiene todo el derecho a elegir su identidad, pero para elegir debe conocerla.

El daño que dejó la dictadura está vivo en los nietos. Es una herida que nunca cerrará, ni siquiera cuando se hayan devuelto su identidad a todos los hijos de desaparecidos, ya que es imposible dimensionar el daño que se le produjo a esas personas.

Asimismo, pese al daño irreparable, la justicia no puede negociar la verdad y debe ir tras ella.